El
tercer domingo de junio es esperado con regocijo por las familias cubanas, un día
de tributo y agasajo especial a padres y abuelos o a ese tío providencial que,
en ocasiones, suple la ausencia de la figura paterna, por razones de lejanía o
fuerza mayor.
Los
preparativos comienzan desde mucho antes con la búsqueda de un regalo especial.
Los más pequeños, en compañía de sus hermanos adultos, o de las siempre bien dispuestas
mamás, se afanan en elegir perfumes de aroma perdurable, camisas, corbatas, camisetas o gorras, que los
hagan lucir más atractivos, incluso tal vez más jóvenes de lo que en realidad
son.
Los mayorcitos prefieren a veces confeccionar
sus propios obsequios: un dibujo, una postal, un pequeño cofre de madera barnizado, un poema
escrito a mano, un libro de su preferencia o una pulsera trenzada con fibras o
finas tiras de cuero, al uso actual para que “estén en talla”, como reza la
canción.
Las hembras
son más querendonas, gustan de prepararles su postre preferido, reiterarles un
“te quiero, papá” o combinar el menú para un almuerzo que junte a todo “el
familión”, incluso a algunos invitados especiales para cantar juntos
Felicidades, papá. Mejor aún si es coreado, a modo de una rumba contagiosa,
guitarra y tambor de cuero a mano, puro ritmo bullicioso, arrollador.
Otra
posibilidad son las excursiones y ofertas especiales de los hoteles para un fin
de semana con derecho a piscina, almuerzo, refrigerio y música para bailar. O
las ferias donde adquirir, a precios módicos, refrescos, una buena botella de
vino o el tradicional pastel.
Por
supuesto, nunca faltan las llamadas telefónicas, a veces nostálgicas si llegan
de larga distancia. Tampoco algunas lágrimas como ofrenda para los que ya no
están físicamente, pero siguen vivos en el cariño y el recuerdo. Un brindis
para todos los padres, pilares del hogar.
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