miércoles, 21 de junio de 2017

Para pasear en Cuba



El calor avanza en Cuba con un sol inclemente, apenas suavizado por los recientes aguaceros que algunos, en un impulso romántico, atribuyen a los vestigios de una primavera errante, pura ilusión alimentada por el tardío florecer de los cerezos, heraldos de esa estación que en la isla  es sólo tránsito fugaz.
Junio, julio y agosto son meses en que la ínsula caribeña reverbera, de una punta a la otra, con registros de temperaturas por encima de los 35 grados centígrados.
De ahí que se reacondiciones  a toda marcha las playas y se trabaje a pie firme en la apertura de nuevas piscinas ante la cercanía de las vacaciones de julio y agosto, cuando las escuelas recesan y las familias en pleno salen en busca de aires refrescantes y un contacto estrecho con la naturaleza.
Uno de de esos sitios es el Parque Lenin, a 25 kilómetros del centro de la capital, con sus 670 hectáreas de bosque verde en el que menudean árboles legendarios como la caoba,  almácigos jagüeyes, cedros, yagrumas y framboyanes -entre otras muchas especies-, que forman parte del cinturón verde considerado el más grande pulmón de la ciudad.
En él reina la naturaleza en su trono, en estrecha alianza con la creación artística y el esparcimiento, una trilogía raras veces de encontrar.
Inaugurado en 1972,  cuenta con tres restoranes -uno de ellos de autoservicio-, un acuario para peces de agua dulce construido en forma de espiral, un parque de diversiones con sillas voladoras, estrella giratoria y carros locos; una casa de las infusiones; un anfiteatro con escenario flotante; el Complejo Rodeo, una pista de Motocross, el Centro de Ecuestre, el Bosque martiano, El monte de los poetas, la Galería de arte Amelia Peláez y el Taller de Cerámica.
A ello se une un ferrocarril de vía estrecha que circunda este bosque privilegiado y sirve para trasladar a los paseantes de un lugar a otro, sin contar los innumerables lugares propicios para picnics, las verdes praderas extensas donde instalar casas de campaña bajo el rumor de los árboles o pulsar una guitarra para remanso y solaz.
Estas son, apenas, algunas de las muchas sorpresas que reserva ese sitio privilegiado, favorito de los cubanos, quienes, incluso, a manera de aventura, no vacilan en recorrer a pie, en grato peregrinaje, los 25 kilómetros que lo separan de la ciudad.
El Parque ofrece también una oportunidad para los visitantes venidos de otras tierras, donde  encontrar quizás todo lo deseable para una estancia placentera, amable, divertida.


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