El calor avanza en Cuba con un sol
inclemente, apenas suavizado por los recientes aguaceros que algunos, en un
impulso romántico, atribuyen a los vestigios de una primavera errante, pura
ilusión alimentada por el tardío florecer de los cerezos, heraldos de esa
estación que en la isla es sólo tránsito
fugaz.
Junio, julio y agosto son meses en que la
ínsula caribeña reverbera, de una punta a la otra, con registros de
temperaturas por encima de los 35 grados centígrados.
De ahí que se reacondiciones a toda marcha las playas y se trabaje a pie
firme en la apertura de nuevas piscinas ante la cercanía de las vacaciones de
julio y agosto, cuando las escuelas recesan y las familias en pleno salen en
busca de aires refrescantes y un contacto estrecho con la naturaleza.
Uno de de esos sitios es el Parque
Lenin, a 25 kilómetros del centro de la capital, con sus 670 hectáreas de bosque
verde en el que menudean árboles legendarios como la caoba, almácigos jagüeyes, cedros, yagrumas y
framboyanes -entre otras muchas especies-, que forman parte del cinturón verde
considerado el más grande pulmón de la ciudad.
En él reina la naturaleza en su trono,
en estrecha alianza con la creación artística y el esparcimiento, una trilogía
raras veces de encontrar.
Inaugurado en 1972, cuenta con tres restoranes -uno de ellos de
autoservicio-, un acuario para peces de agua dulce construido en forma de
espiral, un parque de diversiones con sillas voladoras, estrella giratoria y
carros locos; una casa de las infusiones; un anfiteatro con escenario flotante;
el Complejo
Rodeo, una pista de Motocross, el Centro de Ecuestre, el Bosque martiano, El
monte de los poetas, la Galería de arte Amelia Peláez y el Taller de Cerámica.
A ello se une un ferrocarril de vía estrecha que
circunda este bosque privilegiado y sirve para trasladar a los paseantes de un
lugar a otro, sin contar los innumerables lugares propicios para picnics, las
verdes praderas extensas donde instalar casas de campaña bajo el rumor de los
árboles o pulsar una guitarra para remanso y solaz.
Estas son, apenas, algunas de las muchas sorpresas que
reserva ese sitio privilegiado, favorito de los cubanos, quienes, incluso, a
manera de aventura, no vacilan en recorrer a pie, en grato peregrinaje, los 25
kilómetros que lo separan de la ciudad.
El Parque ofrece también una oportunidad para los
visitantes venidos de otras tierras, donde encontrar quizás todo lo deseable para una
estancia placentera, amable, divertida.