martes, 17 de enero de 2017

El bolero cubano



El bolero ha tenido siempre una presencia permanente entre los cubanos, aún en los tiempos del rock puro y duro, cuando los adolescentes, seducidos por el nuevo ritmo, dejaron un poco a un lado lo que dieron en llamar “bolerones”.
Pero pasado el furor desatado, primero por Elvis Presley y luego por los Beatles y los Rollings, el bolero siguió su propia vida paralela, pronto a surgir cada vez que el amor despuntaba, no importa que algunos disimularan su apego llamándolos “boleros de bares y cantinas”, en un intento vano de disminuirlos.
Lo cierto es que cuando el romance tocaba a las puertas, todos  retornaban a esas letras y melodías insustituibles, la vuelta a ese género cuya paternidad los mexicanos se empeñaron en disputársela vanamente a los cubanos.
Hoy el bolero  hace tiempo recobró su poderoso influjo, con un sitio propio que le rinde culto en La Habana, Dos Gardenias, inspirado en el nombre de uno de los títulos más famosos de Isolina Carrillo.
A su auge contribuyeron compositores como Marta Valdés, José Antonio Méndez, “el ronco maravilloso”, Gerardo Piloto y Alberto Vera o César Portillo de la Luz con su feeling; una cantante de la estirpe de Omara Portuondo,  y nuevas voces como las de Eduardo Sosa, Luna Manzanares y Leo Vera.
Cuenta, además, con un espacio televisivo cuyo sólo título, Boleros, basta para convocar a una teleaudiencia masiva. Es un género que no morirá nunca mientras el amor, como sostenía Dante Alighieri, sea esa fuerza capaz de mover “el sol y las otras estrellas”.

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